Islán: Cuyo dogma se basa en el libro del Corán, el cual establece como
premisa fundamental para sus creyentes que «No hay más Dios que Alá2 y que
Mahoma es el último mensajero de Alá».3 La palabra árabe Allan, hispanizada
como Alá, significa ‘Dios’ y su etimología es la misma de la palabra semítica
El, con la que se nombra a Dios en la Biblia. Los eruditos islámicos definen al
islam como: «La sumisión a Dios el Altísimo a través del monoteísmo, la
obediencia y el abandono de la idolatría».4 El libro sagrado del islam es el
Corán,5 dictado por Alá a Mahoma a través de Viril (el arcángel Gabriel). Los
seguidores del islam se denominan musulmanes (del árabe muslime مسلم, 'que se somete'). Atestiguan que Mahoma es el último de los
profetas enviados por Dios y sello de la Profecía.6
Feudalismo: es la denominación del sistema político predominante en la Europa
occidental de los siglos centrales de la Edad Media , (entre los siglos IX al
XV), caracterizado por la descentralización del poder político; al basarse en
la difusión del poder desde la cúspide (donde en teoría se encontraban el
emperador o los reyes) hacia la base (donde el poder local se ejercía de forma
efectiva con gran autonomía o independencia en la práctica por nobles de muy
distintas denominaciones, basadas en las del Imperio carolingio -duques,
marqueses, condes, barones, caballeros, etc.-). Es habitual emplear la
expresión "pirámide feudal" como analogía para explicar
didácticamente las relaciones sociales creadas por el feudalismo, y que se prolongaron
mucho más en el tiempo con la sociedad estamental del Antiguo régimen, en un
contexto histórico marcadamente diferente al de su origen.
El término «feudalismo» también se utiliza
historiográficamente para denominar las formaciones sociales históricas caracterizadas
por el modo de producción que el materialismo histórico (la historiografía
marxista) denomina feudal.
Mercantilismo: Se denomina mercantilismo
a un conjunto de ideas políticas o ideas económicas de gran pragmatismo que se
desarrollaron durante los siglos XVI, XVII y la primera mitad del siglo XVIII
en Europa. Se caracterizó por una fuerte intervención del Estado en la
economía, coincidente con el desarrollo del Absolutismo monárquico.
Consistió en una serie de medidas que se
centraron en tres ámbitos: las relaciones entre el poder político y la
actividad económica; la intervención del Estado en esta última; y el control de
la moneda. Así, tendieron a la regulación estatal de la economía, la
unificación del mercado interno, el crecimiento poblacional, el aumento de la
producción propia -controlando recursos naturales y mercados, protegiendo la
producción local de la competencia extranjera, subsidiando empresas privadas y
creando monopolios privilegiados-, la imposición de aranceles a los productos
extranjeros y el incremento de la oferta monetaria -mediante la prohibición de
exportar metales preciosos y la acuñación inflacionaria-, siempre con vistas a
la multiplicación de los ingresos fiscales. Estas actuaciones tuvieron como
finalidad última la formación de Estados-nación lo más fuertes posible.
El mercantilismo entró en crisis a finales
del siglo XVIII y prácticamente desapareció para mediados del XIX, ante la
aparición de las nuevas teorías fisiócratas y liberales, las cuales ayudaron a
Europa a recuperarse de la profunda crisis del siglo XVII y las catastróficas
Guerras Revolucionarias Francesas.